

A pesar de la antigüedad del Paseo de Gracia, su reconocimiento a nivel mundial llegó sobre todo con los Juegos Olímpicos de Barcelona, en donde Allan B Jacobs, un prestigioso urbanita americano, quedó prendado del mismo y lo incluyó en su libro de las calles más importantes del mundo, comparándolo con la Quita Avenida de Nueva York o los Campos Elíseos de París. La financiación del propio paseo, cuenta con un origen que a más de uno le escandalizaría hoy en día y es que, para sufragar los gastos del mismo, el rey aprobó un impuesto nuevo de 20 reales de vellón, que tendrían que pagar por cada cerdo que sacrificara la ciudad. Fruto a esa tasa, se pudo construir el Paseo de Gracia.
Un lugar para el ocio
A pesar de esos inicios escabrosos, desde un principio el Paseo de Gracia fue reconocido por los aristócratas y burguesas de Barcelona como un lugar de ocio y de recreo, por lo que construyeron sus palacetes en torno al mismo. Sin embargo, con el paso del tiempo y la llegada del siglo XX, fueron los bancos los que empezaron a ganar terreno a las aceras, disminuyendo el número de transeúntes por las mismas. A día de hoy, se ha logrado recuperar en parte la esencia comercial que en su día florecía en el mismo. Por último, el Paseo de Gracia a lo largo de su historia, a servido también como escaparate de tiendas de lujo y también para los artistas, que motivados por el flujo de viandantes que transitaban el mismo, pretendían transmitir a estos sus obras de una forma callejera, mucho más cercana.